por Hernán Luna Como camarógrafo de profesión que soy, me da mucho gusto encontrar que la cámara esté al servicio de contar y no sólo de registrar. Esto tal vez se deba a que la carrera de Sapir, en sus inicios, haya estado muy vinculada a la cámara.
La utilización de recursos narrativos está apoyada en una gran creatividad y en un dominio técnico impecables, además de una mente creadora que no teme combinar códigos ya aceptados con otros nuevos.
Entre sus logros más destacables se puede notar el manejo de encuadres y tiros de cámara de fuerte carga simbólica, el manejo altamente complejo de luces y sombras, las composiciones de elementos superpuestos o aislados, el manejo de las proporciones en el cuadro, el uso de gráfica en interacción, la profundidad de campo, el ralenti. Muchas veces este tipo de recursos son olvidados por aquellos que, en busca de lo novedoso y sorprendente, impactan visualmente a cualquier costo económico y con poco beneficio dramático.
Personalmente me gustó que muchos de sus efectos visuales hayan sido generados en cámara, con la ayuda del uso de maquetas, fondos proyectados, y una realización escenográfica muy exigente. Por este tipo de cosas es que Sapir, como Gondry, Buñuel o Kurosawa se merece mis adhesiones. Por su carácter mágico es que me divierte el cine y en “La Antena” se entiende que su director no teme experimentar los extremos. No es que tenga poca intervención digital, sino que la que tiene está utilizada en su punto justo y deja paso a que se luzca verdaderamente el logro del director, o sea la puesta en escena que servirá como punto de vista de la historia contada. La elección del uso del blanco y negro, lejos de resultar restrictivo, le otorga el toque final al tratamiento de imagen que refleja la personalidad de la historia.
Como realizador en formación puedo decir, sin dudas, que la calidad cinematográfica alcanzada por esta película es excepcional para el cine argentino promedio y pocas veces se ve en la actualidad una apuesta estética tan arriesgada y lograda a la vez.
Pero la cámara no es la única que cuenta: cuenta su banda sonora incluso con sus silencios, cuenta la iluminación, el vestuario, la edición, la gráfica, la dirección de arte… y el conjunto de las elecciones técnicas y artísticas dan como resultado una buena película.
Seguramente hasta aquí se pueda interpretar que soy pariente o fundador del club de fans de Esteban Sapir, pero no.
La película también tiene sus desaciertos para mi gusto, y sin necesidad de subrayarlos como defectos, sino como percepciones subjetivas (como cualquier crítica), paso a desarrollarlas:
Creo que si existe un fin noble para otorgarle al cine, ése es el de cambiar el mundo. Por eso nunca puedo dejar de respetar mucho a cualquier film que refleje alguna verdad acerca de hechos históricos. Porque la conciencia sobre hechos históricos nos permite no cometer los mismos errores. «La Antena» pertenece a este grupo de películas simplemente por el hecho de mantener fresco el infame logo de la esvástica y su ideología nazi, pero se queda corto al momento de profundizar sobre su tema de fondo y no suma ninguna información. Se contenta con identificar a “los malos” con la esvástica nazi y a “los buenos” con la estrella de David y usa este trasfondo para contar la historia de una tiranía y el uso que ésta hace de los medios de comunicación masivos y la censura. Si el tema es tan sencillo y no se quiere profundizar en casos puntuales como la historia nazi, ¿por qué no hablar en términos más generales pero igualmente válidos? La historia de la humanidad está llena de tiranías y en todas ellas se puede ver el mismo manejo de los medios y de la censura. ¿Por qué no aprovechar el tema de las tiranías para hablar de nuestra historia de dictaduras en todo Latinoamérica? Me parece que se dejó pasar la oportunidad de contar nuestra historia –en la que Estados Unidos jugaría sin duda el rol de Tirano-, para contar la historia de una tiranía claramente ambientada en la Alemania nazi -en la que los Estados Unidos juegan un rol mucho más parecido al del héroe-.
Está claro que su postura vale. Todas las tiranías son malas y la de Hitler tiene varias ventajas a nivel narrativo: una simbología mundialmente conocida y un tipo de ambientación muy reconocible (véanse casos como el de la permanente nevada en sus exteriores, el modelo de arma y de vestuario del mano derecha del tirano, la elección de época que se refleja en vehículos, iluminación, personajes, etc). Supongo que su elección puede tener que ver con esto.
Otro detalle: hay momentos en la película en que se insiste en redundar sobre determinados temas, imágenes o situaciones que resultan momentos de importancia en la historia y que pareciera que el director teme que el público no pueda decodificar rápidamente. En estos casos, reitera el mensaje que se vuelve un poco redundante. No es malo asegurarse que el mensaje sea recibido, pero podría relajarse más y confiar en la capacidad de lectura del espectador.
No me parecería justo cerrar este artículo con una crítica, aunque sea constructiva. Esteban Sapir es un Director que merece mi respeto desde su primer largometraje hace más de 10 años (“Picado Fino” – 1996). Las películas de su autoría, hasta el momento son de las que apuntan a cambiar algo. Y este es el mayor mérito que alguna vez quisiera alcanzar como director.
Calificación: 9,5/10.
por Paula Arella
Con esta película, Sapir nos mete en una ciudad extraña que lleva 20 años sin voz. Ninguno de sus habitantes habla, o casi ninguno. Hay una mujer, la única,
La Voz sin rostro, que tiene un hijo en torno al cual gira la historia, también con voz, pero sin ojos. El resto de los personajes son: un tirano, el Sr. TV, dueño de la televisora local con la que domina a la sociedad, su mano derecha es una especie de hombre-rata, el hijo del Sr. TV, interpretado por Valeria Bertuccelli, el protagonista es un reparador de televisores y completan su familia: hija, ex-mujer y padre.
La historia se vuelve interesante, atractiva y divertida a pocos minutos de comenzada y se mantiene así hasta el final, pero muy lamentablemente, quedan muchos cabos sueltos. El Sr. TV soborna a La Voz con un par de ojos para su hijo, a cambio de que se someta a su experimento dominador, esos ojos llegan en un sobre a manos de Ana, la hija del técnico reparador de televisores, quien se acerca al niño para iniciar una amistad, pero los ojos se pierden en el camino de la historia, desaparecen de la pantalla sin explicación ni referencia. El Sr. TV, más adelante, ordena encerrar de por vida a su hijo (que se rebela a su ideología en favor del protagonista) y, apartándolo de su vida, lo elimina de la película sin volver a mencionarlo jamás. Finalmente el héroe consigue revertir el plan siniestro del tirano, el que solo puede inferirse, pero también queda ignoto el paradero y estado de La Voz, así como el futuro del Sr. TV, el hombre-rata y el niño sin ojos.
En definitiva, la historia de la ciudad sin voz tiene un cierre, pero no sucede lo mismo con los personajes que la habitan y protagonizan. Hay redundancia de imágenes, que reemplazan la redundancia de diálogos de muchísimas películas habladas, y que, omitiéndolas, dejarían libre el tiempo necesario para que, sin un minuto más, la película dejara cerradas todas las historias que abre al comenzar.
Calificación: 7/10.
por Florencia Siga
La película “La Antena” es una fábula, casi un cuento de hadas, y una atmósfera onírica invade el relato.
La edición apoya esta sensación de magia y surrealismo. Las citas a algunos memorables films del cine mudo, Metrópolis de Lang y Viaje a la Luna de Melies, algunos de los más reconocidos, se ven reforzados por el uso de algunos recursos de edición típicos del cine mudo como el iris y las sobreimpresiones. Además, explotados maravillosamente como recursos de composición del cuadro: las sobreimpresiones se usan como transiciones y para armar planos claramente expresivos y a veces expresionistas, y la película fluye con un clima mágico.
La minuciosidad de la realización es evidente, sobre todo en los casos en los que la composición del plano ya desde la toma, las sobreimpresiones de película y de tipografía, y la música, son una estructura ajustadísima que solo pudo haber sido realizada con éxito desde una concepción precisa de la idea.
Ya en la película “Picado Fino”, también de Esteban Sapir, se dejaba ver un trabajo obsesivo desde lo formal, pero en «La Antena» la forma está al servicio de la fábula y el virtuosismo se manifiesta menos arbitrario. En este sentido, Sapir encontró una historia a su medida.
Calificación: 9 / 10.
Hernán Luna – Paula Arella – Florencia Siga
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